Recogiendo los versos del gran poeta sevillano D. Rafael Montesinos: “hoy la memoria escoge el camino más corto para herirme”
Ya vencida esta lluviosa tarde de febrero caigo en la cuenta de que el tiempo, una vez más, vuelve a conducirme hasta el momento indicado casi imbuido por la inercia evocadora del recuerdo.
De horizonte el rótulo: “polvo eres”, y los albores de los tiempos del gozo como diría el maestro D. Antonio Burgos se precipitan como la lluvia que escucho tras la ventana golpeando el angosto callejón de Fermín Molpeceres.
Un servidor procura aguardar con ilusión y asombro los momentos que entraña este espacio de preparación una vez dado el pistoletazo en el Miércoles de Ceniza, pero al reflexionar se me vuelve a cruzar la añoranza como una descarga, una añoranza que me hace saborear la miel amarga de que la Semana Santa volverá a ser, de forma distinta, y de espíritu irremediablemente áspera.
El primer domingo de la Cuaresma, de nuevo después de transcurrir los pertinentes siete años correspondientes a cada una de las hermandades componentes de la nómina de la Semana Santa, el ilustre Consejo vuelve a designar para su Vía Crucis general al Ecce Homo que por el 1657 gubiara Dña Luisa (según los eruditos en la materia) por encargo de la antigua hermandad del gremio de los tejedores de paños. Que preciosa paradoja que precisamente sean las manos de una mujer las que trajeran al mundo al Cristo Rey… y que nuestro.
No podía ser otro día que el Domingo, cuántos significados tiene para el creyente y cuantos otros incontables se alojan en mi corazón. Mi penitencia más dura es la añoranza, una añoranza que golpea el recuerdo de forma constante y me estanca en el eterno sin vivir de la espera absurda de lo pasado, pero imponente, con su postura con la zancada amplia, valiente, me marcará de nuevo el camino. El que por Pedro renegado y por Judas traicionado, balbuciente me demuestra que vilipendiado con soga al cuello y atado como un reo, tiene de sobra con su caña de redentor para lidiar con la presente embestida de la situación que nos asola.
El Señor vuelve otra vez, enseñándonos a situarnos en nuestro particular camino de la cruz para despertarnos del maltrecho letargo de la pandemia que asola nuestras vidas.
¡Vivamos y no revivamos!, prendamos la llama de nuestro espíritu con su gloria, dejando atrás desilusión y añoranza, enfrentando el día a día con fe y Esperanza en la Resurrección. Porque Deus semper maior.