Comenzamos este camino de desierto en el que descubriremos nuestras raíces y hacia dónde queremos ir en nuestra vida espiritual y cristiana. Es un momento fuerte de crecimiento buscando ante todo volver a las huellas de Cristo.
Imitando a Cristo que estuvo cuarenta días en el desierto y venciendo a la tentación así el cristiano a imitación de Cristo también camina por el desierto luchando contra todo aquello que nos aparta del sendero de Dios.
Jesús salió fortalecido del desierto y solo así también nosotros saldremos más fuertes en la Fe.
En este camino cuaresmal el cristiano se llena de unas prácticas cuaresmales que nos ayudan hacer un camino de conversión volviendo la mirada a Dios. No son prácticas de hacer nuestra vida más agobiante o de fórmulas que nos quitan libertad sino de saber usarlas para dar mayor plenitud a nuestra vida cristiana.
El vivir el ayuno o la abstinencia nos recuerda que somos carne y que a veces esa vida materialista y de consumo hace posible que nos aparte del corazón de Dios. Vivir momentos donde no nos dejamos llevar por los gustos sino por lo que verdaderamente es bueno para el hombre. Ya Jesús lo decía “no sólo de pan vive el hombre sino de toda bendición que sale de la boca de Dios” (Mateo 4,4).
También otra práctica es la oración. Orar es encontrarnos con Dios. Hablar con Dios nos hace unirnos como hijos al Padre. En cuaresma intensificamos esa oración. Solo así podemos entender los designios de Dios para cada uno de nosotros. “entra en tu habitación y cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo escondido” (Mateo 6,6) solo desde esta oración podemos sentirnos unidos a Dios y fortalecidos en la fe. Quien quiere encontrar a Dios ora y lo encuentra en lo profundo de su corazón.
Y una tercera práctica de conversión es la limosna. Es decir ser generosos. Salir de nosotros mismos sabiendo que sólo así estamos haciendo comunidad. Las riquezas no son para atesorarlas sino para compartirlas con el que está más necesitado. En el plan salvífico de Dios no entra la pobreza o el hambre sino luchar contra ella. Decía Jesús “dadles vosotros de comer” (Lc 9, 11-17). Es un mandato de Jesús que establece que el corazón del hombre no debe ser duro sino tierno y compadecerse con aquel que no tiene. Desprendernos de aquellas riquezas que son vanas para nosotros y que puede ser una salvación para otro hermano. El compartir forma parte de este tiempo de cuaresma. Dar y darse ese es el lema de una buena cuaresma.
Todo este camino cuaresmal nos llevará a vivir el sentido de hijos de Dios. Viviremos la donación de Dios a través de su hijo por el perdón de todos los pecadores. Vivir la cuaresma es vivir después bien el triduo pascual y entender lo que Dios ha hecho por cada uno de nosotros. Solo así podremos llegar a la meta que es la Pascua. La Resurrección del Señor es devolver la luz al cristiano. La Pascua es el triunfo sobre la muerte. La Cuaresma nos ayuda a volver nuestros pasos hacia Cristo y llegar así a nuestra salvación.
En definitiva la cuaresma es la preparación espiritual para llegar firme a vivir la pascua resucitadora de Cristo.
D. José Ignacio Arias García
Cura párroco de Santa María de la Asunción y de San Bartolomé.