Mayo, mes de María

Por Rafa Morales

Arranca el mes de Mayo, el más lleno de vida y virtudes de cuantos hay en nuestro calendario, arranca el mes consagrado a la Virgen María. Este mes comienza con dos fiestas que ya nos vienen hablando de su sentido mariano: las mayas y el Día de la Madre, pero ¿cómo podemos relacionar estos elementos? Para poder darle sentido a estas fiestas tenemos que viajar muchos siglos atrás en el tiempo, hasta hace más de 2000 años, cuando aún se le prestaba importancia al sol y al frio, a las lluvias; y sobre todo hay que volver a aquel tiempo en el que la vida de la gente dependía de las riquezas agrícolas que les dejaban sus campos. Estamos en mayo, ya ha entrado la primavera y las flores inundan nuestros campos y nuestros patios. Las flores silvestres han servido para adornar nuestras cruces de mayo y nuestras singulares mayas (pequeños altarcitos móviles dedicados a venerar la figura de la Virgen, realizados sobre una sillita de enea). Los orígenes de esta fiesta, hoy con un marcado simbolismo cristiano y que en Carmona abre el mes de la Virgen, se podrían remontar a antiguos rituales griegos y a nuestros antepasados celtas y romanos. Tampoco debe resultarnos raro que en el calendario Cristiano el mes de mayo esté dedicado a la Virgen y celebremos también el Día de la Madre ya que en la antigüedad era común celebrar cultos dedicados a distintas diosas en esta época del año. Las fechas de la primavera eran consideradas como momentos de regeneración y vida ya que representaban el triunfo de la luz contra la oscuridad, el inicio del año nuevo que, en el antiguo calendario, se iniciaba en el mes de marzo con el equinoccio de primavera. En algunas fiestas de acción de gracias, como en la Hilaria («las alegres») la diosa Cibeles era portada en procesión sobre un baldaquino y, según la tesis del reconocido arqueólogo Manuel Bendala Galán, este tipo de fiestas pudieron darse en Carmona en el entorno de la Tumba del Elefante, antiguo santuario consagrado a Cibeles y Atis en el que se encuentra un betilo o piedra sagrada consagrada a la Magna Mater. En el mundo romano vemos también el que puede ser el enlace más directo con nuestras mayas, la adoración a la diosa Maia, divinidad de la primavera a la que se le rendía culto con la llegada del buen tiempo y la victoria de la vida. También en Carmona, en el Museo de la ciudad, se expone una curiosa pieza de mármol que se ha venido interpretando como el faldellín de una diosa fenicia, una posible Astarté, ricamente decorada con flores y dibujos geométricos. No es casualidad que ahora celebremos esta fiesta, sobre todo si nos paramos a pensar en nuestros orígenes y vemos que Astarté o Cibeles eran conocidas como «Diosas Madres» o que Maia era llamada «la Buena Madre», diosas que representaban el triunfo de la vida y el amor por sus hijos dotándolos de vida con su divinidad y su fecundidad. Con los avatares de la historia y en una provincia tan mariana como lo es la nuestra, no nos debe extrañar que los antiguos cultos paganos se acabaran transformando a la nueva religión y que el mes de mayo, mes de luz y de vida, arranque con las fiestas de las flores y del Día de la Madre y en él celebremos el triunfo del Amor marcando nuestro calendario como el mes de María, la Madre que nos da la vida.